
El Cid solventa con profesionalidad una encerrona imposible

Balance: silencio, silencio, silencio, silencio, silencio y silencio
Toros: Victorino Martín
El difícil reto de matar seis toros de Victorino Martín ante la exigente afición de Las Ventas era una empresa solo apta para elegidos. El Cid lo es, tal y como ha demostrado en esta plaza madrileña decenas de veces y en los más importantes cosos del orbe taurino. Pero hasta un elegido como él necesita de la mínima colaboración del ganado para llevar a buen puerto una gesta de estas dimensiones.
Se sabía que la corrida de Victorino iba a ser un duro enemigo, pero no se esperaba tan escasa -por no decir nula- colaboración, predominando el sentido y el peligro en un lote de seis toros que nunca rompieron de verdad hacia adelante. El balance es la ausencia de triunfo, pero justificada por la falta de materia prima. En lo profesional, a El Cid no se le puede poner ni un pero. Navegó con soltura en medio de estas aguas turbulentas del mar de Victorino.
Murrieto se llamó el primer toro, de 514 kilos. Este primero de la tarde mostró poca fuerza de salida y no posibilitó el lucimiento con el capote. Tampoco se empleó en la brega. El Cid comenzó la faena con bonitos muletazos por bajo y de desprecio y después citó de largo para ligar una buena serie con la derecha, a la que siguió otra por ese pitón. Cuando cambió a la zurda consiguió dos muletazos excelentes a base de bajar mucho la mano. Pero a partir de ahí el toro se desinfló y la faena no pudo tener continuidad. Mató de metisaca para cerrar este primer capítulo.
El segundo ‘victorino’ tampoco se dejó con el capote y El Cid bregó con él con buen oficio. En la muleta comenzó toreándolo a su altura con la derecha y el toro a las primeras de cambio le avisó con una seria colada. No humillaba nada el de Victorino y esto le llevó a orientarse con mucha facilidad, de tal modo que El Cid no tuvo más remedio que abreviar después de probarlo por los dos pitones. Mató de estocada casi entera efectiva. Silencio.
Muy decidido salió el torero con el capote en el tercero, lanceando bien a pesar de la dificultad del enemigo, que se rebrincaba y echaba las manos por delante. Este lo brindó al público y comenzó la faena en los medios. Rápidamente se echó la muleta a la zurda, pero el toro no acababa de humillar ni de emplearse, acortando cada vez más su recorrido. Tampoco lo tuvo por la derecha, embistiendo con sosería. A este lo pinchó una vez y dejó una estocada desprendida. Silencio.
El cuarto esperó mucho en banderillas y puso en serios aprietos a la cuadrilla, llegando a calar a Pirri, que sufrió una cornada de 15 centímetros en la axila. En la muleta se mostró como lo que era, un auténtico pájaro. Reservón y orientado, el de Vicrorino no se lo puso nada fácil al de Salteras, que no tuvo otra opción que abreviar. De estocada y descabello acabó con otro toro no apto.
El quinto fue un toro de imponente presencia que se quedó cortísimo en el capote y nunca humilló. Así llego a la muleta, sin pasar y siempre orientado. Lo intentó el torero pero al comprobar las nulas posibilidades de este oponente no tuvo más remedio que irse a por la espada y pasaportarlo cuanto antes. Mató de media.
Al sexto pudo robarle algunos lances buenos, pero más por las ganas y decisión del torero que por la verdadera entrega del toro (que no la tenía). El de Victorino manseó en el caballo y no acababa de descolgar nunca. En la muleta no tuvo ni media arrancada, orientado y acordándose de lo que dejaba detrás. Otro toro imposible como cierre a una tarde de toros negados del ganadero de Galapagar.
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