
Gran triunfo de El Cid, que corta dos orejas en su despedida de Santander

Balance: ovación y dos orejas tras aviso
Ganadería: La Quinta
Emotiva tarde para El Cid en Santander, una plaza talismán en su carrera que ha disfrutado muchas tardes de lo mejor del torero de Salteras. Y la despedida se saldó con un gran triunfo porque El Cid, después de hacer el esfuerzo en su primero, un toro deslucido, logró cortarle las dos orejas a su último toro en esta plaza. Un adiós a la altura de las circunstancias que dejó a todos satisfechos.
Se esperaba con ilusión al Cid en Santander, tierra conquistada por el torero sevillano en multitud de ocasiones. Una gran lona cubriendo parte de un tendido, al romper el paseíllo, le agradeció al de Salteras tantas tardes de gloria en el coso Cuatro Caminos. Quiso responder el diestro con disposición desde el saludo capotero, pero el de La Quinta, deslucido y con escasa fuerza, apenas lo permitió. Aún así, brindó El Cid a la presidenta de su peña en Santander una faena firme y de entrega, pero condicionada por la falta de raza del animal. Lo intentó con gusto por ambos pitones, dejando algún muletazo de bello trazo, sobre todo por el izquierdo, con la muleta libre del armazón de la espada. El trasteo, sin embargo, no llegó a tomar el vuelo deseado por la limitación del toro. Mató El Cid de una estocada arriba de efecto fulminante para recibir una cariñosa y merecida ovación del público.
Le imprimió temple El Cid a su recibo capotero en el toro de su despedida de Santander. Lo mejor, la media de remate, echándose el toro a la cadera. Con distancia y la muleta en la diestra arrancó el sevillano un trasteo brindado al público que cogió altura en una segunda tanda de mano baja, trazo largo y riñones encajados. Tenía el toro de La Quinta menos calidad por el izquierdo, pero no le importó al de Salteras. Muleta adelantada, cite firme y el medio pecho, señas de identidad de la casa. Y a torear. Brotaron los naturales profundos y naturales, de aquellos que le sirvieron al Cid para tener el toreo rendido a sus pies durante tantos años. Estaba a gusto el sevillano delante del noble toro de La Quinta y volvió por el derecho para redondear una faena plena de emoción y sentimiento. Cuadró El Cid en los medios, con la plaza empujando la espada, y aunque no la enterró hasta la empuñadura, la rápida muerte del toro le sirvió en bandeja las dos orejas pedidas por un público entregado y emocionado.